Biografía: una vida entre pinceladas, dolor y revolución
Frida Kahlo vivió intensamente, con el cuerpo herido y el alma
encendida.
Esta
es
la historia de una
mujer que transformó el dolor en arte, la lucha en símbolo y el amor en pintura. Conoce los
momentos
que
marcaron su vida, desde su infancia hasta su último suspiro.
Infancia, enfermedad y primeras alas
Frida Kahlo nació en Coyoacán, México, en 1907, en la famosa Casa Azul que hoy es símbolo de
su
legado. Desde pequeña destacó por su espíritu curioso y su carácter fuerte. A los seis años
contrajo
poliomielitis, lo que le dejó secuelas físicas. Sin embargo, esto no impidió que
desarrollara
una
mente brillante ni una sensibilidad artística que con el tiempo se convertiría en una voz
única
en
el mundo del arte.
El accidente que cambió su destino
A los 18 años, Frida sufrió un grave accidente de autobús que le causó múltiples fracturas en
todo el
cuerpo. Durante su larga convalecencia comenzó a pintar desde la cama, utilizando un
caballete
adaptado y un espejo sobre el techo para retratarse. Fue en ese dolor físico donde encontró
el
canal
para expresar todo lo que sentía. Nació la artista.
Amor, revolución y Diego Rivera
Su relación con Diego Rivera fue intensa, tormentosa y apasionada. Compartieron ideales
políticos,
amor por México y una visión artística revolucionaria. Aunque marcada por infidelidades y
rupturas,
su unión dejó una profunda huella en la vida y obra de Frida. Junto a él, vivió momentos de
gloria y
de sombra, tanto personales como públicos.
El arte como espejo del alma
A medida que su salud empeoraba, Frida se sumergió aún más en la pintura como forma de
expresión
emocional y espiritual. Obras como El venado herido, La columna rota o Sin esperanza
reflejan su
dolor físico y su lucha interior. Frida convirtió el sufrimiento en arte, explorando su
identidad,
su cuerpo, su sexualidad y sus creencias más profundas. A través del simbolismo, los colores
intensos y los autorretratos, tejió un lenguaje visual único donde lo real y lo mágico se
fundían.
Su arte no era solo una forma de sanar, era su grito de vida.
El legado que nunca muere
Frida Kahlo falleció en 1954, pero su espíritu sigue más vivo que nunca. Su casa, La Casa
Azul,
es
hoy un museo que acoge a miles de visitantes de todo el mundo. Su obra ha sido reconocida
globalmente y su figura se ha convertido en un símbolo de fuerza, libertad, feminismo y
autenticidad. Frida no solo fue una gran artista, sino una mujer que rompió barreras y
desafió
convenciones. Su vida y su arte siguen inspirando a generaciones enteras. Frida no se fue…
se
transformó en eterno color.
Sus Obras
La pintura fue el refugio, el espejo y la revolución de
Frida.
A
través de sus obras, transformó el dolor en belleza y la realidad en símbolo. Cada pincelada
guarda
un relato profundo, una emoción y una parte de su alma. Aquí te presentamos una selección de
sus
creaciones más representativas, ordenadas como un viaje visual a lo largo de su vida.
Autorretrato con traje de terciopelo (1926)
Mi nacimiento (1932)
Henry Ford Hospital (1932)
Las dos Fridas (1939)
Diego en mi pensamiento (1943)
La columna rota (1944)
El venado herido (1946)
Viva la vida (1954)
Autorretrato con traje de terciopelo (1926)
Se trata del primer cuadro de Frida Kahlo, lo pintó durante su estancia en el hospital durante el
verano de 1926.
La inspiración para esta obra provino de su compañero de escuela y novio, Alejandro Gómez Arias.
A
Kahlo le atrajo el período renacentista italiano por su aire aristocrático. Alejandro quedó
fascinado por la pintura "El nacimiento de Venus" de Botticelli, una obra del Renacimiento
italiano,
la cual inspiró a Kahlo para su propio autorretrato.
Detrás del cuadro, Kahlo escribió la frase "Hoy es siempre todavía". Kahlo regaló esta obra a
Alejandro en septiembre de 1926.
En marzo de 1927, Alejandro Gómez Arias devolvió la pintura a Kahlo para protegerla, ya que sus
padres viajaron a Europa con la intención de separar a Kahlo y Alejandro, pues no aprobaban la
relación de Frida. Este cuadro fue una de las cuatro pinturas que Kahlo presentó a Diego Rivera,
siendo la favorita de Rivera por ser "la más original".
Actualmente, el cuadro se encuentra en una colección privada como parte del legado de Alejandro
Arias, en la Ciudad de México.
Mi nacimiento (1932)
Frida Kahlo pinta el momento mismo de su nacimiento. La madre está dando a luz con una sábana
tapándole la cabeza, como se cubre la cabeza de una muerta. La recién nacida sale al mundo con
el rostro adulto de Frida. Todo pasa sobre una cama, en una habitación sencilla, con un solo
testigo: esa pintura de la Virgen de las Angustias llorando.
Es como un ciclo, la rueda de la vida. la muerte que da vida y esta se muere y vuelve a vivir.
Frida pintó este impactante cuadro con el fallecimiento de su madre, además de estar su arte
asociado con sus trágicos abortos, por lo que la carga personal de la obra es tremenda.
También está México presente: la escena tiene ingredientes de catolicismo, paganismo, arte
precolombino, y ese primitivismo naif de la artista, que amplifica los sentimientos y las
emociones tan importantes para una pintora como ella.
La sangre, tantas veces presente en la obra de la mexicana (abortos, partos, asesinatos…)
aparece aquí de nuevo. Es un líquido presente en el día a día de las mujeres, pero siempre se
consideró tabú en la sociedad, no digamos ya en el arte. Frida no tuvo nunca miedo a mostrarlo,
de manera aparentemente ingenua, pero con claras connotaciones políticas.
La cantante Madonna, fan declarada de Kahlo, adquirió este cuadro.
Henry Ford Hospital (1932)
Es esta una de las obras más literales y crudas del repertorio de la artista mexicana Frida
Kahlo. Su esposo, Diego Rivera, había sido llamado a trabajar en una serie de murales en EEUU.
Luego de que se les permitiera el ingreso al país (cosa que no fue sencilla dada la popular
militancia comunista de su compañero) el gran muralista mexicano se dedicará de lleno a sus
encargos.
En 1930, por razones médicas, Frida había tenido que interrumpir un primer embarazo. Pero en
1932, contra todo pronóstico médico (dadas las secuelas del accidente acaecido en su
adolescencia) vuelve a quedar embarazada en la ciudad de Detroit mientras acompañaba a su esposo
a cumplir con dichos trabajos murales. En esta segunda ocasión, y con la recomendación de su
gran amigo el Dr. Leo Eloesser, Frida decide avanzar con el embarazo:
«Me dijo (…) que, en su opinión, sería mejor conservar al niño que someterme a un aborto, pues,
a pesar de mi mala condición física — a la pequeña fractura de pelvis, de la columna, etc.,
etc., — podría tener al niño sin dificultad mediante una cesárea»
Pero cursando apenas las primeras semanas, lejos de su familia y de su marido, el 4 de julio
sufrirá un aborto espontáneo, lento y traumático.
En esta obra, la artista se expone en plena pérdida, «flotando» en la escena sobre la cama del
Henry Ford Hospital donde fue atendida. Durante su convalecencia realizó algunos bocetos en
lápiz que luego transformó en este óleo sobre metal. Propio de su estilo, Frida va describiendo
las sensaciones y pensamientos que fue atravesando esos trece días de internación. Todos estos
pensamientos se ven conectados por un hilo rojo, hilo de sangre, cordón umbilical, o venas
conectadas que sostiene con su mano.
En el centro de la escena, la pintora se representa yacente, ensangrentada, llorando y en su
desnudez, completamente desprotegida. La atmósfera general del cuadro es desoladora: tiene como
fondo, muy lejano, las fábricas, las chimeneas, los tanques y las estructuras de las fábricas de
Detroit que nos describen un paisaje de total desamparo.
Arriba, en el centro «el pequeño Dieguito», el hijo que acababa de perder. En las esquinas
superior izquierda e inferior derecha, una sección de pelvis, columna y caderas que hacen
hincapié en las secuelas del accidente, su fractura de columna y triple de cadera que
complicaban la posibilidad de gestar un niño. Debajo a la izquierda una máquina esterilizadora,
que al igual que su cuerpo, destruía todo lo que resultara «extraño» a su organismo. La
orquídea, para Frida simboliza la sexualidad, y describe la flor que le trajo Diego cuando la
visitó en el hospital. Finalmente, un caracol, arriba a la derecha, que para culturas antiguas
era sinónimo de vida: un caparazón protector como símbolo de concepción, embarazo y parto.
Todo este proceso de soledad y tristeza que Frida vivió en Detroit, se tradujo en la gran
decepción que le producía este país que se jactaba de prometer futuro y progreso a todos sus
visitantes.
Las dos Fridas (1939)
Como si fuera una ilusión óptica, la pintora Frida Kahlo se desdobla en esta obra mostrando una
imagen de la compleja dualidad de su persona. La Frida casada y la Frida soltera conviven en un
mismo tiempo y espacio en el cual, pasado y presente convergen en un mundo onírico. La parte
psicológica y el simbolismo toma una gran transcendencia en todo el trabajo de Kahlo.
Las dos Fridas es un doble autorretrato en el que dos mujeres comparten el mismo asiento y sus
rostros duplicados se muestran inexpresivos. Esa actitud de las mujeres contrasta con el fondo de
amenazantes nubes, reflejo de los dolores físicos y emocionales que Frida Kahlo mantuvo
prácticamente toda su vida. Las sombrías nubes contrastan con los vivos colores del resto de la
composición; esto enfrenta al espectador con la amalgama de sentimientos encontrados de la pintora.
Kahlo nos muestra a una de las Fridas cuando todavía estaba casada con el muralista Diego Rivera;
esta luce un vestido tehuano de colores, signo reivindicativo de su nacionalidad mexicana y al amor
por su marido. La Frida soltera viste un rico vestido de encaje blanco estilo europeo. Pese a tener
los corazones totalmente expuestos, las dos mujeres se muestran tranquilas. Las dos Fridas tiene su
génesis en una experiencia que la artista tuvo en su infancia. El diario de Frida Kahlo un íntimo
autorretrato Kahlo lo explica así:
Y con un dedo dibujaba una puerta… Por esa puerta salía en la imaginación, con una gran alegría y
urgencia, atravesaba todo el llano que se miraba hasta llegar a una lechería que se llamaba
Pinzón…Por la O de Pinzón entraba y bajaba intempestiva mente al interior de la tierra, donde mi
amiga imaginaria me esperaba siempre.
Uno de los elementos simbólicos que atrapa la atención en esta obra son las rojas arterias. Estas
sirven de transfusión sanguínea, conectando y nutriendo a las dos mujeres. El intercambio de sangre,
de corazón a corazón, es el alimento energético que las dos mujeres necesitan; el ingrediente vital
para sobrellevar la soltería de una Frida y el apasionado pero atormentado matrimonio de la otra
Frida. La imagen del retrato del niño-Diego que sostiene en la mano la Frida casada está conectado
mediante un arteria al corazón. Sin embargo la arteria, que sale del corazón de la Frida europea,
derrama sangre a causa de un corte de tijera, manchando el vestido blanco. Una acción que sirve de
símbolo de la ruptura matrimonial y los diversos abortos de la artista Frida Kahlo.
Las dos Fridas recuerda, en la postura de sus personajes y en el fino simbolismo, a la maternidad
del cuadro renacentista Gabrielle d’Estrées y su hermana. En la obra, Frida Kahlo hace una búsqueda
de ese equilibrio necesario para sobrellevar su divorcio, el dolor físico que arrastrará toda su
vida, debido a un accidente que tuvo a los dieciocho años, y el intenso dolor de una maternidad
quedó interrumpida demasiadas ocasiones. Dolor que hizo de Frida Kahlo una de las artistas mas
cotizadas e icono feminista del siglo XXI.
Diego en mi pensamiento (1943)
Kahlo se autorretrata con un barroco tocado típico de Tehuantepec, en el estado de Oaxaca, con esos
encajes almidonados de color blanco que rodean su cara. De su cabeza y de su tocado salen muchas
ramificaciones que se expanden orgánicamente hacia el universo. Como su arte, su «fridakahlidad»
brota de su interior hacia el exterior.
La acompañan unas flores en la cabeza, y sobre sus características cejas, el retrato del gran amor
de su vida, Diego Rivera, con el que se casaría dos veces y compartiría una vida llena de alegrías y
dolores. Y su relación también implicaba lo artístico.
En un momento en el que Rivera era venerado como un semi-dios, Kahlo se convirtió en una de sus
mayores críticas y lo obligó a crecer como artista. Por su parte, Diego adoraba el trabajo de Frida
y sabía perfectamente que la vida y obra de la artista estaban íntimamente conectadas, por lo que le
aconsejó amplificar su «personaje». Fue él el que la animaba continuamente a vestir de manera cuanto
más mexicana mejor.
Se casaron en 1929, y desde entonces el matrimonio fue una montaña rusa de emociones. Pareja
abierta, ambos se acostaban con quién les daba la gana, aunque eso no siempre era aceptado. Ser
infiel implica muchos matices, y Diego traicionó a Frida llegando a acostarse con su hermana
Cristina. Esto provocó el divorcio de la pareja en 1939.
Pero a pesar de las mutuas infidelidades y múltiples roturas de corazón, Kahlo y Rivera decidieron
volver a casarse y se fueron a vivir juntos de nuevo, colaborando en la vida y en el arte.
En este autorretrato, y pese a las infidelidades, Kahlo tiene, para bien o para mal, a Diego en su
pensamiento.
imagen de la compleja dualidad de su persona. La Frida casada y la Frida soltera conviven en un
mismo tiempo y espacio en el cual, pasado y presente convergen en un mundo onírico. La parte
psicológica y el simbolismo toma una gran transcendencia en todo el trabajo de Kahlo.
Las dos Fridas es un doble autorretrato en el que dos mujeres comparten el mismo asiento y sus
rostros duplicados se muestran inexpresivos. Esa actitud de las mujeres contrasta con el fondo de
amenazantes nubes, reflejo de los dolores físicos y emocionales que Frida Kahlo mantuvo
prácticamente toda su vida. Las sombrías nubes contrastan con los vivos colores del resto de la
composición; esto enfrenta al espectador con la amalgama de sentimientos encontrados de la pintora.
Kahlo nos muestra a una de las Fridas cuando todavía estaba casada con el muralista Diego Rivera;
esta luce un vestido tehuano de colores, signo reivindicativo de su nacionalidad mexicana y al amor
por su marido. La Frida soltera viste un rico vestido de encaje blanco estilo europeo. Pese a tener
los corazones totalmente expuestos, las dos mujeres se muestran tranquilas. Las dos Fridas tiene su
génesis en una experiencia que la artista tuvo en su infancia. El diario de Frida Kahlo un íntimo
autorretrato Kahlo lo explica así:
Y con un dedo dibujaba una puerta… Por esa puerta salía en la imaginación, con una gran alegría y
urgencia, atravesaba todo el llano que se miraba hasta llegar a una lechería que se llamaba
Pinzón…Por la O de Pinzón entraba y bajaba intempestiva mente al interior de la tierra, donde mi
amiga imaginaria me esperaba siempre.
Uno de los elementos simbólicos que atrapa la atención en esta obra son las rojas arterias. Estas
sirven de transfusión sanguínea, conectando y nutriendo a las dos mujeres. El intercambio de sangre,
de corazón a corazón, es el alimento energético que las dos mujeres necesitan; el ingrediente vital
para sobrellevar la soltería de una Frida y el apasionado pero atormentado matrimonio de la otra
Frida. La imagen del retrato del niño-Diego que sostiene en la mano la Frida casada está conectado
mediante un arteria al corazón. Sin embargo la arteria, que sale del corazón de la Frida europea,
derrama sangre a causa de un corte de tijera, manchando el vestido blanco. Una acción que sirve de
símbolo de la ruptura matrimonial y los diversos abortos de la artista Frida Kahlo.
Las dos Fridas recuerda, en la postura de sus personajes y en el fino simbolismo, a la maternidad
del cuadro renacentista Gabrielle d’Estrées y su hermana. En la obra, Frida Kahlo hace una búsqueda
de ese equilibrio necesario para sobrellevar su divorcio, el dolor físico que arrastrará toda su
vida, debido a un accidente que tuvo a los dieciocho años, y el intenso dolor de una maternidad
quedó interrumpida demasiadas ocasiones. Dolor que hizo de Frida Kahlo una de las artistas mas
cotizadas e icono feminista del siglo XXI.
La columna rota (1944)
Con 37 años, Frida Kahlo llevaba media vida arrastrando un terrible sufrimiento físico a causa del
accidente de autobús sufrido en 1925. Su columna vertebral había quedado fracturada en tres partes,
sufriendo además fracturas en dos costillas, clavículas y pelvis. Su pierna derecha se fracturó en
once partes. Fue además atravesada por un pasamanos por la cadera izquierda atravesando su cuerpo
hasta salir por la vagina. Kahlo comentaba que esa fue la brutal forma en la que había perdido su
virginidad.
Desde entonces fueron continuas las operaciones (al menos 32 a lo largo de su vida), las
hospitalizaciones y el dolor extremo. Tuvo que ponerse todo tipo de corsés y artilugios para poder
andar y llevar una vida normal. Pero lo único que ayudó a curar su dolor fue el arte.
Este autorretrato explica muy claramente lo que sucedía con su cuerpo. Frida llora porque tiene rota
su columna jónica (lo femenino) y sólo un doloroso corsé de metal la mantiene moderadamente firme.
Tiene clavos por todo su cuerpo, simbolizando el dolor al que quizás su rostro se ha acostumbrado.
Frida aguanta con resignación y estoicismo, sacando belleza donde no la puede haber, como sacar agua
de ese desierto que tiene detrás.
encajes almidonados de color blanco que rodean su cara. De su cabeza y de su tocado salen muchas
ramificaciones que se expanden orgánicamente hacia el universo. Como su arte, su «fridakahlidad»
brota de su interior hacia el exterior.
La acompañan unas flores en la cabeza, y sobre sus características cejas, el retrato del gran amor
de su vida, Diego Rivera, con el que se casaría dos veces y compartiría una vida llena de alegrías y
dolores. Y su relación también implicaba lo artístico.
En un momento en el que Rivera era venerado como un semi-dios, Kahlo se convirtió en una de sus
mayores críticas y lo obligó a crecer como artista. Por su parte, Diego adoraba el trabajo de Frida
y sabía perfectamente que la vida y obra de la artista estaban íntimamente conectadas, por lo que le
aconsejó amplificar su «personaje». Fue él el que la animaba continuamente a vestir de manera cuanto
más mexicana mejor.
Se casaron en 1929, y desde entonces el matrimonio fue una montaña rusa de emociones. Pareja
abierta, ambos se acostaban con quién les daba la gana, aunque eso no siempre era aceptado. Ser
infiel implica muchos matices, y Diego traicionó a Frida llegando a acostarse con su hermana
Cristina. Esto provocó el divorcio de la pareja en 1939.
Pero a pesar de las mutuas infidelidades y múltiples roturas de corazón, Kahlo y Rivera decidieron
volver a casarse y se fueron a vivir juntos de nuevo, colaborando en la vida y en el arte.
En este autorretrato, y pese a las infidelidades, Kahlo tiene, para bien o para mal, a Diego en su
pensamiento.
imagen de la compleja dualidad de su persona. La Frida casada y la Frida soltera conviven en un
mismo tiempo y espacio en el cual, pasado y presente convergen en un mundo onírico. La parte
psicológica y el simbolismo toma una gran transcendencia en todo el trabajo de Kahlo.
Las dos Fridas es un doble autorretrato en el que dos mujeres comparten el mismo asiento y sus
rostros duplicados se muestran inexpresivos. Esa actitud de las mujeres contrasta con el fondo de
amenazantes nubes, reflejo de los dolores físicos y emocionales que Frida Kahlo mantuvo
prácticamente toda su vida. Las sombrías nubes contrastan con los vivos colores del resto de la
composición; esto enfrenta al espectador con la amalgama de sentimientos encontrados de la pintora.
Kahlo nos muestra a una de las Fridas cuando todavía estaba casada con el muralista Diego Rivera;
esta luce un vestido tehuano de colores, signo reivindicativo de su nacionalidad mexicana y al amor
por su marido. La Frida soltera viste un rico vestido de encaje blanco estilo europeo. Pese a tener
los corazones totalmente expuestos, las dos mujeres se muestran tranquilas. Las dos Fridas tiene su
génesis en una experiencia que la artista tuvo en su infancia. El diario de Frida Kahlo un íntimo
autorretrato Kahlo lo explica así:
Y con un dedo dibujaba una puerta… Por esa puerta salía en la imaginación, con una gran alegría y
urgencia, atravesaba todo el llano que se miraba hasta llegar a una lechería que se llamaba
Pinzón…Por la O de Pinzón entraba y bajaba intempestiva mente al interior de la tierra, donde mi
amiga imaginaria me esperaba siempre.
Uno de los elementos simbólicos que atrapa la atención en esta obra son las rojas arterias. Estas
sirven de transfusión sanguínea, conectando y nutriendo a las dos mujeres. El intercambio de sangre,
de corazón a corazón, es el alimento energético que las dos mujeres necesitan; el ingrediente vital
para sobrellevar la soltería de una Frida y el apasionado pero atormentado matrimonio de la otra
Frida. La imagen del retrato del niño-Diego que sostiene en la mano la Frida casada está conectado
mediante un arteria al corazón. Sin embargo la arteria, que sale del corazón de la Frida europea,
derrama sangre a causa de un corte de tijera, manchando el vestido blanco. Una acción que sirve de
símbolo de la ruptura matrimonial y los diversos abortos de la artista Frida Kahlo.
Las dos Fridas recuerda, en la postura de sus personajes y en el fino simbolismo, a la maternidad
del cuadro renacentista Gabrielle d’Estrées y su hermana. En la obra, Frida Kahlo hace una búsqueda
de ese equilibrio necesario para sobrellevar su divorcio, el dolor físico que arrastrará toda su
vida, debido a un accidente que tuvo a los dieciocho años, y el intenso dolor de una maternidad
quedó interrumpida demasiadas ocasiones. Dolor que hizo de Frida Kahlo una de las artistas mas
cotizadas e icono feminista del siglo XXI.
El venado herido (1946)
El Venado Herido: Un Retrato de Dolor y Resistencia por Frida Kahlo
En el vasto universo del arte, pocas obras logran capturar la esencia del sufrimiento humano con
tanta profundidad y autenticidad como El Venado Herido de Frida Kahlo. Esta pintura, realizada en
1946, es un testimonio de la resistencia de la artista frente a la adversidad y un reflejo de su
habilidad para transformar su dolor en arte.
El Venado Herido es una pintura al óleo sobre masonita que mide 22.5 x 30 cm. En ella, Kahlo se
representa a sí misma como un venado con una cabeza humana, atravesado por nueve flechas, una
metáfora de los nueve abortos espontáneos que sufrió a lo largo de su vida. El venado, un animal que
en la cultura mexicana simboliza la espiritualidad y la inocencia, se encuentra en un bosque oscuro,
lo que refuerza la sensación de soledad y desesperación.
La composición artística de la obra es notable. Kahlo utiliza una paleta de colores oscuros y
terrosos para crear un ambiente sombrío y melancólico. El contraste entre el venado blanco y el
bosque oscuro acentúa la vulnerabilidad del animal, mientras que las flechas rojas resaltan su
dolor. El uso de la perspectiva en la pintura también es digno de mención. Kahlo sitúa al espectador
en una posición elevada, lo que nos permite ver al venado desde arriba y aumenta nuestra empatía
hacia él.
Uno de los aspectos más interesantes de El Venado Herido es la forma en que Kahlo se representa a sí
misma. A diferencia de otras de sus pinturas, en las que se muestra con su característico unibrow y
su tradicional vestimenta mexicana, en esta obra Kahlo se despoja de su identidad humana y se
transforma en un animal. Esta metamorfosis puede interpretarse como una forma de escapar de su dolor
físico y emocional.
A pesar de su aparente simplicidad, El Venado Herido es una obra compleja que invita a la reflexión.
Kahlo no solo nos muestra su sufrimiento, sino que también nos reta a enfrentar nuestras propias
heridas. En este sentido, la pintura es un recordatorio de que el arte, en sus diversas formas,
puede ser una poderosa herramienta para la sanación y la resistencia.
En conclusión, El Venado Herido es una obra maestra que refleja la habilidad de Frida Kahlo para
transformar su dolor en arte. A través de su composición artística, su uso del color y su
representación de sí misma, Kahlo nos ofrece una visión única del sufrimiento humano y nos invita a
reflexionar sobre nuestra propia resistencia frente a la adversidad.
El venado herido (1946)
El Venado Herido: Un Retrato de Dolor y Resistencia por Frida Kahlo
En el vasto universo del arte, pocas obras logran capturar la esencia del sufrimiento humano con
tanta profundidad y autenticidad como El Venado Herido de Frida Kahlo. Esta pintura, realizada en
1946, es un testimonio de la resistencia de la artista frente a la adversidad y un reflejo de su
habilidad para transformar su dolor en arte.
El Venado Herido es una pintura al óleo sobre masonita que mide 22.5 x 30 cm. En ella, Kahlo se
representa a sí misma como un venado con una cabeza humana, atravesado por nueve flechas, una
metáfora de los nueve abortos espontáneos que sufrió a lo largo de su vida. El venado, un animal que
en la cultura mexicana simboliza la espiritualidad y la inocencia, se encuentra en un bosque oscuro,
lo que refuerza la sensación de soledad y desesperación.
La composición artística de la obra es notable. Kahlo utiliza una paleta de colores oscuros y
terrosos para crear un ambiente sombrío y melancólico. El contraste entre el venado blanco y el
bosque oscuro acentúa la vulnerabilidad del animal, mientras que las flechas rojas resaltan su
dolor. El uso de la perspectiva en la pintura también es digno de mención. Kahlo sitúa al espectador
en una posición elevada, lo que nos permite ver al venado desde arriba y aumenta nuestra empatía
hacia él.
Uno de los aspectos más interesantes de El Venado Herido es la forma en que Kahlo se representa a sí
misma. A diferencia de otras de sus pinturas, en las que se muestra con su característico unibrow y
su tradicional vestimenta mexicana, en esta obra Kahlo se despoja de su identidad humana y se
transforma en un animal. Esta metamorfosis puede interpretarse como una forma de escapar de su dolor
físico y emocional.
A pesar de su aparente simplicidad, El Venado Herido es una obra compleja que invita a la reflexión.
Kahlo no solo nos muestra su sufrimiento, sino que también nos reta a enfrentar nuestras propias
heridas. En este sentido, la pintura es un recordatorio de que el arte, en sus diversas formas,
puede ser una poderosa herramienta para la sanación y la resistencia.
En conclusión, El Venado Herido es una obra maestra que refleja la habilidad de Frida Kahlo para
transformar su dolor en arte. A través de su composición artística, su uso del color y su
representación de sí misma, Kahlo nos ofrece una visión única del sufrimiento humano y nos invita a
reflexionar sobre nuestra propia resistencia frente a la adversidad.
Desde entonces fueron continuas las operaciones (al menos 32 a lo largo de su vida), las
hospitalizaciones y el dolor extremo. Tuvo que ponerse todo tipo de corsés y artilugios para poder
andar y llevar una vida normal. Pero lo único que ayudó a curar su dolor fue el arte.
Este autorretrato explica muy claramente lo que sucedía con su cuerpo. Frida llora porque tiene rota
su columna jónica (lo femenino) y sólo un doloroso corsé de metal la mantiene moderadamente firme.
Tiene clavos por todo su cuerpo, simbolizando el dolor al que quizás su rostro se ha acostumbrado.
Frida aguanta con resignación y estoicismo, sacando belleza donde no la puede haber, como sacar agua
de ese desierto que tiene detrás.
encajes almidonados de color blanco que rodean su cara. De su cabeza y de su tocado salen muchas
ramificaciones que se expanden orgánicamente hacia el universo. Como su arte, su «fridakahlidad»
brota de su interior hacia el exterior.
La acompañan unas flores en la cabeza, y sobre sus características cejas, el retrato del gran amor
de su vida, Diego Rivera, con el que se casaría dos veces y compartiría una vida llena de alegrías y
dolores. Y su relación también implicaba lo artístico.
En un momento en el que Rivera era venerado como un semi-dios, Kahlo se convirtió en una de sus
mayores críticas y lo obligó a crecer como artista. Por su parte, Diego adoraba el trabajo de Frida
y sabía perfectamente que la vida y obra de la artista estaban íntimamente conectadas, por lo que le
aconsejó amplificar su «personaje». Fue él el que la animaba continuamente a vestir de manera cuanto
más mexicana mejor.
Se casaron en 1929, y desde entonces el matrimonio fue una montaña rusa de emociones. Pareja
abierta, ambos se acostaban con quién les daba la gana, aunque eso no siempre era aceptado. Ser
infiel implica muchos matices, y Diego traicionó a Frida llegando a acostarse con su hermana
Cristina. Esto provocó el divorcio de la pareja en 1939.
Pero a pesar de las mutuas infidelidades y múltiples roturas de corazón, Kahlo y Rivera decidieron
volver a casarse y se fueron a vivir juntos de nuevo, colaborando en la vida y en el arte.
En este autorretrato, y pese a las infidelidades, Kahlo tiene, para bien o para mal, a Diego en su
pensamiento.
imagen de la compleja dualidad de su persona. La Frida casada y la Frida soltera conviven en un
mismo tiempo y espacio en el cual, pasado y presente convergen en un mundo onírico. La parte
psicológica y el simbolismo toma una gran transcendencia en todo el trabajo de Kahlo.
Las dos Fridas es un doble autorretrato en el que dos mujeres comparten el mismo asiento y sus
rostros duplicados se muestran inexpresivos. Esa actitud de las mujeres contrasta con el fondo de
amenazantes nubes, reflejo de los dolores físicos y emocionales que Frida Kahlo mantuvo
prácticamente toda su vida. Las sombrías nubes contrastan con los vivos colores del resto de la
composición; esto enfrenta al espectador con la amalgama de sentimientos encontrados de la pintora.
Kahlo nos muestra a una de las Fridas cuando todavía estaba casada con el muralista Diego Rivera;
esta luce un vestido tehuano de colores, signo reivindicativo de su nacionalidad mexicana y al amor
por su marido. La Frida soltera viste un rico vestido de encaje blanco estilo europeo. Pese a tener
los corazones totalmente expuestos, las dos mujeres se muestran tranquilas. Las dos Fridas tiene su
génesis en una experiencia que la artista tuvo en su infancia. El diario de Frida Kahlo un íntimo
autorretrato Kahlo lo explica así:
Y con un dedo dibujaba una puerta… Por esa puerta salía en la imaginación, con una gran alegría y
urgencia, atravesaba todo el llano que se miraba hasta llegar a una lechería que se llamaba
Pinzón…Por la O de Pinzón entraba y bajaba intempestiva mente al interior de la tierra, donde mi
amiga imaginaria me esperaba siempre.
Uno de los elementos simbólicos que atrapa la atención en esta obra son las rojas arterias. Estas
sirven de transfusión sanguínea, conectando y nutriendo a las dos mujeres. El intercambio de sangre,
de corazón a corazón, es el alimento energético que las dos mujeres necesitan; el ingrediente vital
para sobrellevar la soltería de una Frida y el apasionado pero atormentado matrimonio de la otra
Frida. La imagen del retrato del niño-Diego que sostiene en la mano la Frida casada está conectado
mediante un arteria al corazón. Sin embargo la arteria, que sale del corazón de la Frida europea,
derrama sangre a causa de un corte de tijera, manchando el vestido blanco. Una acción que sirve de
símbolo de la ruptura matrimonial y los diversos abortos de la artista Frida Kahlo.
Las dos Fridas recuerda, en la postura de sus personajes y en el fino simbolismo, a la maternidad
del cuadro renacentista Gabrielle d’Estrées y su hermana. En la obra, Frida Kahlo hace una búsqueda
de ese equilibrio necesario para sobrellevar su divorcio, el dolor físico que arrastrará toda su
vida, debido a un accidente que tuvo a los dieciocho años, y el intenso dolor de una maternidad
quedó interrumpida demasiadas ocasiones. Dolor que hizo de Frida Kahlo una de las artistas mas
cotizadas e icono feminista del siglo XXI.
Viva la vida (1954)
Todo en la vida de Frida Kahlo tiene un toque de realismo mágico. Cuando sufrió el fatídico accidente
que cambiaría por completo el rumbo de su vida, el cuerpo semidesnudo de Frida quedó tendido en el
suelo cubierto por un polvo de oro que llevaba uno de los pasajeros que viajaba con ella en el
autobús.
La imagen de su cuerpo dorado tendido en el suelo, parecía la terrible predicción de cualquiera de
los tantos cuadros que más tarde pintaría la artista.
Como se sabe, la obra de Frida Kahlo es un viaje artístico y psicológico a través del dolor. Sin
embargo, una vida trágica marcada por la enfermedad, no fue capaz de mermar su carácter fuerte y
determinado. La artista decide pintar sobre sí misma, sobre su dolor y su intimidad, apasionada de
la cultura popular de su país, se apropia de un género religioso tan intimista como el exvoto
mexicano para representar mejor su agitado mundo interior. Innova en la tradición mezclando géneros
y formatos, crea imágenes luminosas, coloridas y sorprendentes, algunas veces morbosas y crudas como
el mismísimo dolor humano.
Siempre abierta a la expresión de sus emociones, empecinada en hacer todo lo que no podía,
imperfecta, magnética, sexual, exótica y original, fue capaz de crear todo un mundo de imágenes
indelebles a partir de un dolor que en circunstancias similares hubiese aniquilado a cualquiera.
Después de soportar con resiliencia y coraje el dolor que le infligía su cuerpo durante décadas,
Frida Kahlo empieza a tener un grave deterioro de su salud a los 45 años. Comienza a pintar
bodegones y naturalezas muertas, sobre todo frutas, que se podían colocar en una mesa cerca a esa
cama de la que ya no se pudo volver a levantar.
Uno de sus últimos bodegones es esta composición, unas suculentas sandias de colores vibrantes e
intensos. Justo ocho días antes de morir, Frida Kahlo escribió en una de las rodajas de este bodegón
de sandias sus palabras de despedida, una frase que es capaz de resumir su trágica y hermosa figura:
Viva la vida!.